Fue por el mes de mayo del 2014 que surgió fuerte la idea de viajar en familia. El leitmotiv era hacer un viaje largo, pero divertido para los tres. Nuestra primer y única opción: Disney. La excusa fue la pequeña Morelia (2), pero la realidad es que viajábamos por nosotros, Luciana (34) y quien suscribe (35).
Fue así que con mucho entusiasmo y sacapuntas, empezamos a bocetar el proyecto. Secretamente, quien les habla, tramaba un plan para despuntar su vicio. Ya sea 10k, 21k o 42k, había que urdir un plan que permita a mi mujer y a mi hija adaptarse al capricho innecesario del fondista de probar el asfalto americano. Así, la Miami Marathon 2015 (25000 corredores inscriptos), a correr el 25/01/15 fue mi elección unilateral.
Lo bueno era que el tiempo para prepararme estaba sobradamente a mi favor.
Durante meses mi único objetivo fue entrenar lo suficientemente duro como para hacerle frente a la madre de las distancias sin riesgos. No voy a delirar diciendo que entrené como en Rocky IV, pero imaginen que desde julio empecé con fondos largos, incluyendo los 42k de Bs. As. (que originalmente eran los primeros 30k).
Así, entre estaciones, finalmente llegó el día del viaje. EL 18/01 partí con un par de kilos menos (dato no menor, dado que soy mas bien "pesado"), mis zapatillas de fondo, gastadas pero puestas, mas un par muleto en el equipaje de mano, solo restaba ilusionarse por la excursión a la tierra de la fantasía de los niños, los adultos y los runners, en ese orden.
Dado que el blog es de running, voy a saltearme la alucinante e imperecedera experiencia Disney para ir de lleno a la crónica de correr una maratón en otro país distinto al de uno.
El resultado fue que... no llegué ni a la expo. Nunca retiré mi kit, por ende, no hubo largada y, mucho menos, llegada o medalla de finisher.
La distancia que une Orlando con Miami es de unos 350 kms. El problema no fue ni el tiempo, ni la distancia (las únicas 2 variables que conoce el corredor) sino mi pequeña hija y una indeseada faringitis, detonando en las postrimerías del viaje.
Si corrí, pero al médico y de ahí a la farmacia.
Por suerte y oponiéndome a todos los pronósticos, no me frustré. Al contrario, sentí un profundo alivio por haber podido materializar la esencia del viaje, encontrando todo lo demás como algo anecdótico. El objetivo primordial -y mas importante- que era cumplir con el viaje y terminar todos enteros (así como también importa terminar en una carrera) había sido alcanzado.
Mi idea es poder transmitirles que, mas allá de las ganas y la preparación, mas allá de la voluntad y el deseo por hacer eso que tanto nos gusta, incluso el sacrificio en vacaciones, a muchos kilómetros de distancia, nunca debemos olvidar la verdadera esencia. Nunca.
Ya habrá revancha.
Abrazo de Finisher.
PD: Casi un mes después, luego de mis mails frenéticos dónde, como un nenito chiquito lloraba por mi remera, la organización de Life Time Events me la envió al buzón de mi casa, sin costos adicionales ni extras, incluyendo mi dorsal.